¡OH JESUS, RESUELVELO TU!



¡Oh Jesús, Resuélvelo tú!
Jesús a las almas: 
¿Por qué os confundís agitándoos?
Dejad a mí la cura de vuestras cosas y todo se calmará.
En verdad os digo que cada acto de verdadero, ciego  y completo abandono en mí, produce el efecto que deseáis y resuelve las situaciones espinosas. Abandonarse a mí no significa atormentarse, trastornarse y desesperarse, volviendo luego a una oración agitada para que yo os ayude, y cambiar así la agitación en oración.
Abandonarse significa cerrar plácidamente los ojos del alma, transferir el pensamiento de la tribulación, y confiarse a mí para que sólo yo opere, diciendo: RESUÉLVELO TÚ.
Es contra el abandono, esencialmente contra la preocupación, la agitación y el querer pensar en las consecuencias de un hecho. Es como la confusión que traen los niños que pretenden que la mamá piense en sus necesidades, y quieren pensarlas ellos, obstaculizando con sus ideas y sus fijaciones infantiles, su trabajo.
Cerrad los ojos y dejaos llevar por la corriente de mi gracia, cerrad los ojos y no pensad en el momento presente, transfiriendo el pensamiento del futuro como de una tentación, reposad en mi creyendo en mi bondad, y os juro por mi amor que, diciéndome con estas disposiciones: RESUÉLVELO TÚ, yo lo pienso de lleno, os consuelo, os libero, os conduzco.
Y cuando debo llevaros por una vía diferente de aquella que veis vosotros, yo os adiestro, os llevo en mis brazos haciéndoos hallar, como niños adormecidos en los brazos maternos, la otra orilla. Lo que os trastorna y os hace daño inmenso es vuestro razonamiento, vuestro pensamiento, vuestro tormento, y el querer a toda costa procuraros aquello que os aflige.
Cuantas cosas yo realizo cuando el alma, tanto en sus necesidades espirituales como en aquellas materiales, se vuelve a mí, me mira y diciéndome: RESUÉLVELO TÚ, cierra los ojos y reposa.
Obtenéis pocas gracias cuando os atormentáis  por producirlas, tenéis muchísimas cuando la oración es abandono pleno a mí.
Vosotros en el dolor oráis para que yo realice, pero para que yo realice como vosotros creéis. No os dirigís a mí, sino queréis que yo me adapte a vuestras ideas; no sois enfermos que piden al médico la atención, sino que se la sugieren.
No hagáis así, sino orad como os he enseñado en el Padre: Santificado sea tu nombre, esto es, sed glorificado en esta necesidad mía; venga a nosotros tu reino, esto es, todo concurra a tu reino, en nosotros y en el mundo; hágase tu voluntad así en la tierra, como en el cielo, esto es, dispón tú en esta necesidad como mejor te parezca para nuestra vida eterna y temporal.
Si me decís de veras: hágase tu voluntad, que es lo mismo que decir: RESUÉLVELO TÚ, yo intervengo con toda mi omnipotencia y resuelvo las situaciones más cerradas.
He aquí, ¿Tú ves que la enfermedad apremia en vez de decaer?, no te agites, cierra los ojos y dime con confianza: Hágase tu voluntad, RESUÉLVELO TÚ.
Te digo que yo lo pienso y que intervengo como médico, y llevo a cabo un milagro cuando ocurre. ¿Tú ves que el enfermo empeora?. No te trastornes, sino cierra los ojos y di: Resuélvelo tú.
Te digo que yo lo pienso, y que no hay medicina más potente que una intervención mía de amor.
Lo pienso sólo cuando cierras los ojos. Vosotros sois insomnes, vosotros queréis evaluar todo, escudriñar todo, pensar en todo, y os abandonáis así a las fuerzas humanas, o peor, a los hombres, confiando en su intervención. Es esto lo que obstaculiza, impide mis palabras y mis miradas. 
Oh, como yo deseo de vosotros este abandono para beneficiaros, y ¡cómo me entristezco al veros agitados! Satanás tiende precisamente a esto: a agitaros para apartaros de mi acción y arrojaros como una presa de las iniciativas humanas.
Confiad por eso sólo en mí, reposad en mí, abandonaos a mí en todo. Yo hago milagros en proporción del pleno abandono en mí, y del ningún pensamiento vuestro; ¡yo derramo tesoros de gracia cuando vosotros estáis en la plena pobreza!
Si tenéis vuestros recursos, aunque pocos, o si los buscáis, estáis en el campo natural y seguís por lo tanto el recorrido natural de las cosas, que es a menudo frecuentemente obstaculizado por Satanás.
Ningún razonador o ponderador ha hecho milagros, ni siquiera entre los Santos; opera divinamente quien se abandona a Dios.
Cuando veas que las cosas se complican, di con los ojos del alma cerrados: Jesús, RESUÉLVELO TÚ. Y distráete, porque tu mente es aguda... y para ti es difícil ver el mal y tener confianza en mí distrayéndote de ti. Haz así para todas tus necesidades, haced así todos, y veréis grandes, continuos y silenciosos milagros.
Os lo juro por mi amor. Y yo lo pensaré, os lo aseguro. Orad siempre con esta disposición de abandono y tendréis gran paz y gran fruto, incluso cuando yo os concedo la gracia de la inmolación de reparación y de amor, que importa el sufrimiento.
¿Te parece imposible?. 
Cierra los ojos y di con toda el alma: Jesús, RESUÉLVELO TÚ.
No temas, lo pensaré y bendecirás mi nombre humillándote.
Mil oraciones no valen un solo acto de abandono: recuérdalo bien. No hay novena más eficaz que esta:     



¡Oh Jesús me abandono en Ti, Resuélvelo tú!

Una oración del Siervo de Dios Don Dolindo Ruotolo